8.

Últimas enseñanza

En las últimas horas antes de Su sufrimiento Jesús proveerá enseñanzas concernientes al juicio que viene sobre la nación judía, y cómo Sus Apóstoles lo recordarán después de que Él se haya ido.
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Marcos cuenta su historia en tres niveles y tenemos que estar pendientes de estos mientras leemos su libro:

  1. El ministerio de Jesús a las multitudes.
  2. El ministerio de Jesús a los discípulos.
  3. La confrontación de Jesús con los líderes religiosos judíos.

La entrada triunfante a Jerusalén, lo que declaró Su verdadera identidad a las multitudes, es seguido por Su confrontación final con y reproche de los líderes. Le queda una oportunidad más para ministrar a Sus discípulos y aprovechará el momento para instruirlos sobre tres temas:

  1. El juicio sobre la nación de Israel por haber rechazado a su Mesías.
  2. Lo que le pasará en el futuro cercano.
  3. Cómo deben conmemorar Su vida, muerte, y resurrección.

Juicio sobre la nación — 13:1-37

Muchos quienes leen el capítulo 13 no están del todo seguro de lo que Jesús está hablando: el fin del mundo o la destrucción de Jerusalén que ocurrió en el año 70 d. C. La clave para entender Su enseñanza se encuentra en los primeros cuatro versículos lo que pone en contexto el pasaje que sigue.

1Cuando salía del templo, uno de sus discípulos le dijo: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios! 2Y Jesús le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

Los apóstoles se están refiriendo al templo, una estructura que fue restaurada después de 40 años de construcción continua. Jesús les dice que el templo será destruido. Para las personas de esa época el templo representaba y encarnaba la religión y la nación judía. Los apóstoles no entienden todavía que el cristianismo superará el judaísmo, y que la destrucción total del templo y de la ciudad en la que se encontraba sería una señal de esto.

3Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban en privado: 4Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y qué señal habrá cuando todas estas cosas se hayan de cumplir?

Varios de los apóstoles se angustiaron al escuchar esto y le preguntaron específicamente a Jesús. Querían saber cuándo pasaría esto y las señales que acompañarían este acontecimiento. Lo que dice Jesús fue en respuesta a sus preguntas.

La respuesta del Señor era difícil de entender porque usó lenguaje "apocalíptico" (similar al lenguaje usado en el libro de Apocalipsis). Esto aseguraba que solo quienes estaban familiarizados con este estilo críptico, y conocían la pregunta original de los apóstoles junto con la respuesta, podrían discernir el significado del pasaje completo. Sin embargo, la clave era que Su respuesta describía los acontecimientos cercanos a la futura destrucción de Jerusalén.

Jesús empezó, entonces, con mencionar las varias fases que llevaron a esta terrible conclusión:

La etapa del profeta falso y rumores

5Y Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os engañe. 6Muchos vendrán en mi nombre diciendo: «Yo soy el Cristo», y engañarán a muchos. 7Y cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; es necesario que todo esto suceda, pero todavía no es el fin. 8Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares; y habrá hambres. Esto solo es el comienzo de dolores.

Después de la ascensión de Jesús (Hechos 1:9-11), surgieron muchos profetas falsos que predicaban escenarios del "fin del mundo". Josefo (un historiador judío de la época) escribe sobre estos y como fueron matados o desvanecían. Además de estos, la nación judía a menudo se encontraba en desacuerdo con el rey Herodes y Roma, entre constantes turbulencias (políticas y militares). Jesús les advierte no entrar en pánico cuando estos tipos de cosas sucedían.

La etapa de la persecución

9Pero estad alerta; porque os entregarán a los tribunales y seréis azotados en las sinagogas, y compareceréis delante de gobernadores y reyes por mi causa, para testimonio a ellos. 10Pero primero el evangelio debe ser predicado a todas las naciones. 11Y cuando os lleven y os entreguen, no os preocupéis de antemano por lo que vais a decir, sino que lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. 12Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte. 13Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo.

Justo después del día de Pentecostés algunos de los apóstoles fueron encarcelados por las autoridades judías (Hechos 4) y más adelante Pablo y sus compañeros fueron perseguidos tanto por los judíos como por los romanos (Hechos 17; 23; 26). También sabemos que ambos Pablo y Pedro fueron martirizados en la ciudad de Roma (entre 62-67 d. C.) como parte de la persecución general del cristianismo que ocurrió en todo el imperio romano. Jesús les dice a Sus apóstoles que aun estos eventos terribles no cumplirían con el juicio del que Él hablaba.

La etapa del asedio

14Mas cuando veáis la abominación de la desolación puesta donde no debe estar (el que lea, que entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes; 15y el que esté en la azotea, no baje ni entre a sacar nada de su casa; 16y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. 17Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! 18Orad para que esto no suceda en el invierno. 19Porque aquellos días serán de tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio de la creación que hizo Dios hasta ahora, ni acontecerá jamás. 20Y si el Señor no hubiera acortado aquellos días, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos que Él eligió, acortó los días. 21Entonces, si alguno os dice: «Mirad, aquí está el Cristo», o: «Mirad, allí está», no le creáis. 22Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán señales y prodigios a fin de extraviar, de ser posible, a los escogidos. 23Mas vosotros, estad alerta; ved que os lo he dicho todo de antemano.

Jesús uso el término "la abominación de la desolación" para referirse a la señal que indicaría que la destrucción final de la ciudad estaba cerca. En Lucas 21:20 Lucas dice que cuando el ejército romano rodeaba a Jerusalén con sus escudos idólatras profanarían la ciudad y el templo, y así fue el cumplimiento de esta profecía. Jerusalén se quedó bajo asedio por el ejército romano por cuatro años con la destrucción final en el año 70 d. C. Jesús les advierte que cuando escuchan la noticia de la profanación del templo sería el momento de huir de la ciudad.

La historia nos dice que la comunidad cristiana que vivía en Jerusalén en ese momento se escapó a la ciudad de Pella (una ciudad ubicada al otro lado del río Jordán) durante un momento de calma en el asedio cuando el ejército romano se retiró por un corto tiempo. El historiador Josefo, cuenta que había muchos "profetas" declarando la victoria y animando a sus seguidores a quedarse en la ciudad durante este periodo, pero Jesús advierte a Sus apóstoles y futuros cristianos que estarían viviendo en Jerusalén de evitar estos y simplemente y huir.

Después de que el ejército romano había hecho pasar hambre a los habitantes de Jerusalén entraron a la ciudad y mataron a todos quienes no habían muerto de hambre en la masacre más sangrienta de la historia. Para poder mantener un remanente de judíos vivos durante esa experiencia difícil, Jesús dice que Dios "acortó" los días en el sentido de que permitió que algunos sobrevivieran.

Jesús les advierte a los apóstoles que estas cosas ocurrirán y ahora saben cuándo deben escaparse (cuando profanan al templo.)

La etapa del evangelio

24Pero en aquellos días, después de esa tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su luz, 25las estrellas irán cayendo del cielo y las potencias que están en los cielos serán sacudidas. 26Entonces verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes con gran poder y gloria. 27Y entonces enviará a los ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

En un lenguaje apocalíptico (un estilo literario usado para describir guerras terribles, tragedias nacionales y el juicio de Dios) la idea de cuerpos celestiales que caen o cambian significaba que una época se acababa y otra empezaba. Jesús les estaba diciendo que con la destrucción de la ciudad y del templo, se concluiría una era y una nación. La época en que el pueblo judío se consideraba como el pueblo elegido de Dios basado en su relación con Abraham finalizaría con esta destrucción. Después de la resurrección de Jesús y la prédica del evangelio, el pueblo de Dios sería compuesto de quienes lo creían y seguían, sin importar su cultura, género, o posición en la sociedad (Gálatas 3:28-29).

"La venida del Hijo del Hombre" es una imagen del Antiguo Testamento que describe la visita de Dios sobre una nación con el propósito de traerle juicio. En la Biblia vemos que sucede esto cuando Dios visita a los asirios, babilonios, medas, griegos, y ahora los judíos para traerles juicio. Juan, en el libro de Apocalipsis, describirá cómo Dios también visitará a los romanos en juicio y los castigará en el futuro.

Jesús también describe la nueva era del evangelio en que los ángeles (mensajeros/apóstoles) predicarán a toda persona para llevarlos al reino (Sus elegidos son los que responden al evangelio ya que los judíos ya no son Sus elegidos debido a su rechazo del Cristo).

"El extremo del cielo" pueda que se refiere a los mártires que son parte del reino.

La última advertencia

28De la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca. 29Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que Él está cerca, a las puertas. 30En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 31El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. 32Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. 33Estad alerta, velad; porque no sabéis cuándo es el tiempo señalado. 34Es como un hombre que se fue de viaje, y al salir de su casa dejó a sus siervos encargados, asignándole a cada uno su tarea, y ordenó al portero que estuviera alerta. 35Por tanto, velad, porque no sabéis cuándo viene el señor de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; 36no sea que venga de repente y os halle dormidos. 37Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!

Él les ha advertido, dado detalles, y asegurado de varias cosas:

  • Todas estas cosas sucederán durante su generación. Se está refiriendo al fin de Jerusalén, no del mundo.
  • Nada lo puede detener. No habrá otro profeta u otra oportunidad de arrepentirse.
  • Nadie, sino el Padre, sabe cuándo sucederán estas cosas. Su tarea es simplemente estar listos.

La cena de la pascua — 14:1-42

Jesús era un judío, y como judío observaba la Pascua. La Pascua conmemoraba el momento en que el ángel de la muerte destruyó a cada primogénito de Egipto, pero saltó a los judíos que estaban allí en cautiverio (Éxodo 12:1-14). No sufrieron la muerte porque habían obedecido las instrucciones de Dios de rociar los postes de sus puertas con la sangre de un cordero y de quedar en sus casas participando de una cena especial. Desde ese entonces, cada año (en la primavera) los judíos ofrecerían un cordero en sacrificio y compartirían un ritual en una cena para conmemorar su libertad de la esclavitud en Egipto. Esta era la cena que Jesús estaba a punto de celebrar con Sus apóstoles.

Normalmente, el padre, la cabeza de familia o el maestro presidiría la cena de la Pascua. El capítulo 14 abre con la escena de Jesús con Sus discípulos, dos días antes de la Pascua, mientras visitaba a Simón el leproso.

1Faltaban dos días para la Pascua y para la fiesta de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle; 2porque decían: No durante la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo.

Marcos observa que estaba en peligro, pero que Sus atacadores lo dejarían tranquilo durante la fiesta de la Pascua por temor al pueblo.

3Y estando Él en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. 4Pero algunos estaban indignados y se decían unos a otros: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5Porque este perfume podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y dado el dinero a los pobres. Y la reprendían. 6Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra ha hecho conmigo. 7Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros; y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. 8Ella ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9Y en verdad os digo: Dondequiera que el evangelio se predique en el mundo entero, también se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya.

Marcos también cuenta la historia de la mujer que lo unge con un aceite costoso. Había muchos que se quejaron de que esto era un desperdicio (especialmente Judas quien lamentaba no poder vender el perfume y quedarse con el dinero). Jesús puso su acción en contexto diciendo que no era un desperdicio haber ungido Su cabeza con el aceite para perfumearlo ya que estaba preparando Su cuerpo para Su muerte. La costumbre judía era de cubrir los cuerpos muertos con perfume para tapar el olor y como una señal de respeto por el difunto. La diferencia aquí es que el ungimiento ocurrió antes de Su muerte como un acto de profecía, no de respeto. Jesús comendó el acto de la mujer y lo usó para advertir a Sus discípulos de Su muerte que estaba a punto de llegar.

12El primer día de la fiesta de los panes sin levadura[i], cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua? 13Y envió a dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y allí os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle; 14y donde él entre, decid al dueño de la casa: «El Maestro dice: "¿Dónde está mi habitación en la que pueda comer la Pascua con mis discípulos?"». 15Y él os mostrará un gran aposento alto, amueblado y preparado; haced los preparativos para nosotros allí. 16Salieron, pues, los discípulos y llegaron a la ciudad, y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua.

Durante la época de Jesús, la Pascua había llegado a ser una celebración de una semana que empezaba con comer el cordero sacrificado de la Pascua. La Pascua cayó en jueves este año en particular. Mandó a dos discípulos a la ciudad para comprar y sacrificar un cordero en el templo y preparar el aposento donde celebrarían la cena. No se menciona el nombre del dueño de la habitación ni donde se ubica para mantener la seguridad (Jesús sabía que Judas tenía la intención de traicionarlo).

17Al atardecer llegó Él con los doce. 18Y estando sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; el que come conmigo. 19Ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo? 20Y Él les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. 21Porque el Hijo del Hombre se va tal y como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.

Judas estaba presente en la cena cuando Jesús anunció que había un traidor entre ellos. Para todos aquellos que especulan sobre lo que pasó con Judas, si se salvó o no, observe lo que Jesús dijo sobre el que lo traicionó.

22Y mientras comían, tomó pan, y habiéndolo bendecido lo partió, se lo dio a ellos, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. 23Y tomando una copa, después de dar gracias, se la dio a ellos, y todos bebieron de ella. 24Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos. 25En verdad os digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.

26Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos.

La cena de la Pascua normalmente era un ritual en donde el líder comía la cena en etapas y los demás seguían su ejemplo: un poco de pan sin levadura (representando la prisa con que salieron de la tierra de su cautiverio) se mojaba con unas hierbas amargas (que representaban su sufrimiento en Egipto) y se comía con la carne del cordero (que representaba el sacrificio que los salvó del ángel de muerte cuando éste pasó por alto sus hogares tomando la vida de cada primogénito humano y animal en Egipto).

Más adelante el pueblo agregó vino a la cena para representar las bendiciones que disfrutaban en la Tierra prometida que Dios les había dado. La cena continuaría con el padre que comía y bebía cada uno de estos elementos y la familia seguiría su ejemplo. En algún momento de la cena (usualmente un niño o una persona joven) preguntaría al padre o maestro el significado de todas estas cosas proveyendo así una oportunidad de contar, una vez más, la historia antigua de la liberación del pueblo judío del cautiverio egipcio que Dios había llevado a cabo. Se oraba y se cantaba entre los platos servidos hasta que terminaban la cena conmemorativa.

Cuando solo quedaba un poco de pan y una última porción de vino (usualmente había dos o tres porciones), Jesús cambió el significado de la cena de la Pascua y de sus elementos. El pan ya no representaba su apuro en salir de Egipto, sino ahora representaba Su cuerpo y el dolor que sufriría en la cruz. El vino ya no representaba las bendiciones de la Tierra Prometida, sino ahora representaba Su sangre (o Su vida) que sería sacrificada para los pecados de la humanidad.

Después de hablarles de Su muerte, les dice que tomará del vino de nuevo una vez se establezca el reino (la iglesia). Esta profecía se cumple cada vez que la iglesia se reúne para compartir la Santa Cena en memoria de Cristo.

Ellos siguen una costumbre de la Pascua que era cantar el "Hallel", una serie de Salmos (Salmos 113-118). Después de esto salen para el monte de los Olivos y el huerto de Getsemaní que era un parque público ubicado como a una milla fuera de la ciudad y a menudo se usaba como un lugar de meditación.

27Y Jesús les dijo: Todos vosotros os apartaréis[m], porque escrito está: «Heriré al pastor, y las ovejas se dispersarán». 28Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 29Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré. 30Y Jesús le dijo: En verdad te digo que tú, hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. 31Pero Pedro con insistencia repetía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos decían también lo mismo.

Una vez más, Jesús les advierte que uno de ellos lo traicionará y que cuando sucede esto los demás lo abandonarán. Pedro insiste en que él no lo hará y Jesús le dice que lo negará aún antes de que empiece el día (cuando el gallo cante). Observe que todos los apóstoles también prometen serle fiel tal como lo hizo Pedro.

32Y llegaron a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí hasta que yo haya orado. 33Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho. 34Y les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad. 35Adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba que si fuera posible, pasara de Él aquella hora. 36Y decía: ¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras. 37Entonces vino y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora? 38Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. 39Se fue otra vez y oró, diciendo las mismas palabras. 40Y vino de nuevo y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados de sueño; y no sabían qué responderle. 41Vino por tercera vez, y les dijo: ¿Todavía estáis durmiendo y descansando? Basta ya; ha llegado la hora; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42Levantaos, vámonos; mirad, está cerca el que me entrega.

Se llamaba el monte de los Olivos por el olivar que se encontraba en su ladera. El parque ubicada en la cima de la cuesta se usaba como un lugar de reposo para viajeros antes de travesar la última milla a la ciudad de Jerusalén y se llamaba Getsemaní (prensa de aceite) porque allí se encontraba una prensa de olivos. Es interesante observar que los apóstoles dormían mientras Jesús estaba pasando Su momento de agonía aquí en el huerto como también lo hicieron durante Su momento de gloria en el monte cuando fue transfigurado (Lucas 9:32). Marcos describe la lucha y eventual acatamiento del sufrimiento que la naturaleza humana de Jesús quería evitar (naturalmente).

43En ese momento, mientras todavía estaba Él hablando, llegó Judas, uno de los doce, acompañado de una multitud con espadas y garrotes, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. 44Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ese es; prendedle y llevadle con seguridad. 45Y habiendo llegado, inmediatamente se acercó a Él diciendo: ¡Rabí! Y le besó. 46Entonces ellos le echaron mano y le prendieron. 47Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. 48Y dirigiéndose Jesús a ellos, les dijo: ¿Habéis salido con espadas y garrotes para arrestarme como contra un ladrón? 49Cada día estaba con vosotros en el templo enseñando, y no me prendisteis; pero esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras. 50Y abandonándole, huyeron todos. 51Cierto joven le seguía, vestido solo con una sábana sobre su cuerpo desnudo; y lo prendieron; 52pero él, dejando la sábana, escapó desnudo.

Judas lleva a una multitud de guardias del templo y alborotadores para arrestarlo. Uno de los apóstoles de Jesús (Pedro) saca su espada y corta la oreja del siervo del sumo sacerdote (Malco). Lucas dice que Jesús sana al hombre de esta herida (Lucas 22:50). Marcos menciona un joven que huye dejando atrás su ropa. Los eruditos creen que este fue Marcos mismo ya que él conocía a los apóstoles y vivía en Jerusalén en ese momento.

53Y llevaron a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego. 55Y los principales sacerdotes y todo el concilio, procuraban obtener testimonio contra Jesús para darle muerte, pero no lo hallaban. 56Porque muchos daban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios no coincidían. 57Y algunos, levantándose, daban falso testimonio contra Él, diciendo: 58Nosotros le oímos decir: «Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos». 59Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos. 60Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? 61Mas Él callaba y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, diciéndole: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62Jesús dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo. 63Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus ropas, dijo: ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? 64Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos le condenaron, diciendo que era reo de muerte. 65Y comenzaron algunos a escupirle, a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: ¡Profetiza! Y los alguaciles le recibieron a bofetadas.

El problema para el Sumo Sacerdote y el Sanedrín era encontrar de qué acusarlo que mereciese la pena de muerte. Querían matarlo ellos mismos, pero no podían porque solo el gobierno romano podía llevar a cabo una ejecución. Se conformaron con acusarlo de blasfemia que, de acuerdo con la ley judía merecía la muerte, pero no así bajo la ley romana. Observe que no tenían de qué acusarle hasta que Jesús mismo reconoce la verdad de Sí mismo. Observe también que no tenían ninguna razón legal para matarlo, pero usaron la presión política y de la muchedumbre para lograrlo.

66Estando Pedro abajo en el patio, llegó una de las sirvientas del sumo sacerdote, 67y al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo: Tú también estabas con Jesús el Nazareno. 68Pero él lo negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo de qué hablas. Y salió al portal, y un gallo cantó. 69Cuando la sirvienta lo vio, de nuevo comenzó a decir a los que estaban allí: Este es uno de ellos. 70Pero él lo negó otra vez. Y poco después los que estaban allí volvieron a decirle a Pedro: Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres galileo. 71Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a este hombre de quien habláis! 72Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y se echó a llorar.

Pedro estaba en la corte del Sumo Sacerdote (patio delantero) porque estaba con otro discípulo conocido por los siervos del Sumo Sacerdote y los dejaron entrar. Cuando los siervos del Sumo Sacerdote y otros mencionan su asociación con Jesús, Pedro no solo lo niega sino agrega maldiciones y juramentos a la negación afirmando que él no conocía al Señor. Quizá Pedro siguió para ver si Jesús obraría otro milagro para frustrar una vez más a los líderes judíos. A lo mejor pensaba que esto podía ser los inicios de la revolución, sin embargo, cuando vio a Jesús amarrado y torturado le entró el temor, la confusión y el desánimo.

Las personas hacen cosas terribles cuando están bajo presión o tienen temor. Pedro, quien había jurado incluso morir con Jesús, cayó víctima de su naturaleza débil y pecaminosa. Al cantar el gallo y amanecer el día, Pedro se dio cuenta de lo que había hecho e inmediatamente sintió desánimo. Había hecho algo que no podía deshacer, arreglar, o pagar de vuelta. Solo Jesús podría arreglar esto y, como veremos, así lo hizo.