La mujer junto al pozo
Continuamos nuestro estudio del evangelio de Juan centrándonos en los tres temas que Juan resigue en su narrativa evangélica: Jesús mostrando su naturaleza humana y divina, y personas que aceptan o rechazan su testimonio.
En el capítulo 4 vemos a Jesús abandonando las áreas pobladas de Jerusalén y Judea para regresar hacia el norte, a su ciudad natal y alrededores del Mar de Galilea. En este viaje, en particular, Juan relata el encuentro de Jesús con cierta mujer en un pozo y, mientras lo hace, irá abordando cada tema contenido en su evangelio.
El viaje
Vs. 1-4 – Por tanto, cuando el Señor supo que los fariseos habían oído que Él hacía y bautizaba más discípulos que Juan (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea y partió otra vez para Galilea. Y tenía que pasar por Samaria.
Vimos en el último capítulo cómo Jesús no quería confrontarse tan pronto con los fariseos en su ministerio (para evitar la discordia y garantizar un futuro acceso seguro a la ciudad). Cuando ve que lo están siguiendo, se aparta del área de la capital para volver a la zona más acogedora y remota de Galilea.
Para hacer el viaje, debe atravesar lo que solía ser el Reino del Norte y ahora se denomina región de Samaria.
Los samaritanos eran mestizos descendientes de los judíos que originalmente habitaron el Reino del Norte. Habían sido derrotados en 722 AC por los Asirios y esparcidos entre las naciones paganas y volvieron luego finalmente para poblar las áreas donde el antiguo Reino del Norte estuvo una vez. Ya no eran judíos de sangre, al haber contraído matrimonios con naciones extranjeras, pero todavía reivindicaban a Abraham como su antepasado, al igual que hacían los Judíos. Dado que vivían en la antigua región del Reino del Norte, con Samaria como capital, tanto ellos fueron referidos como Samaritanos y su región como Samaria.
Vs. 5-6 – Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.
Samaria fue, una vez, la capital del Reino del Norte, pero por aquel tiempo había quedado reducida considerablemente. El pozo sigue hoy allí, proporcionando agua; se puede visitar (en el interior del edificio de una iglesia construida sobre él). Estaba ubicado cerca del lugar donde se dice que José, uno de los doce hijos de Jacob, tuvo sus huesos enterrados, después de que los Judíos salieran de Egipto y llevaran sus restos con ellos.
Téngase en cuenta que Juan describe a Jesús cansado del viaje emprendido. Tenía calor, estaba cansado, polvoriento y sediento. ¿No suena esto a la respuesta propia de un ser humano tras una larga caminata bajo el calor del sol? Este lugar estaba a unas 31 millas (50 km) al norte de Jerusalén. Jesús probablemente se hallaba en Su segundo día de viaje hacia el norte. Era mediodía, el momento más caluroso en un clima muy cálido. Llega a este lugar que era fresco, y se sienta a descansar antes de seguir adelante.
Para comprender más plenamente el encuentro asombroso que Jesús mantiene con la mujer que encuentra aquí, ayuda el saber qué consideración tenían los Judíos respecto de los Samaritanos. Sencillamente los odiaban, porque eran de sangre mixta y, por lo tanto, eran considerados una raza impura. Los odiaban también porque los Samaritanos adoraban en Betel, un lugar de culto en el norte establecido por el rey del norte, Jeroboam, mucho tiempo atrás, con objeto de evitar que la gente fuera a Jerusalén a adorar, lo que erosionaba su base de poder en el Norte. Además, solo aceptaban como auténticos los primeros 5 libros de las Escrituras hebreas y rechazaban a los profetas.
Por supuesto, el odio era mutuo porque los Judíos habían rechazado la oferta de ayuda de los Samaritanos para reconstruir el templo, una vez que los Judíos del sur regresaron de su exilio en Babilonia. Por este rechazo y su actitud de superioridad, los Judíos se habían ganado el odio recíproco de los Samaritanos.
De este modo Jesús se aventura en esta ciudad y se encuentra con una mujer Samaritana que venía a sacar agua, ese mediodía caluroso.
Jesús y la mujer samaritana
Nótese que la mujer está sacando agua durante el mediodía, un momento inusual, porque lo normal para ello sería la noche. Téngase en cuenta también que estaba sola, un hecho que adquiere sentido cuando sepamos más acerca de ella.
Vs. 7-8 – Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
Es normal que un ser humano en esta situación pidiera de beber. Lo asombroso e irónico es que la fuente de la vida -Él mismo- pida agua. Viajaba con sus seguidores, que lo habían dejado allí para comprar comida en las cercanías de la ciudad.
Vs. 9 – Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.)
Ella lo rechaza por las barreras sociales que les separan: barrera hombre / mujer y barrera judío / samaritana.
Vs. 10 – Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva.
Jesús responde ahora como el Hijo de Dios, no como el viajero cansado y sediento. Responde diciéndole que lo que Él le pide es muy pequeño en comparación con lo que Él (como Hijo de Dios) es capaz de darle.
Ofrece "agua viva", un concepto que va mucho más allá de la costumbre, la tradición o las antiguas rivalidades; un don espiritual descrito mediante el uso de palabras espirituales. De hecho, el término fue utilizado por Jeremías en el Antiguo Testamento para advertir al Reino del Sur de su destrucción inminente debido a su idolatría pecaminosa (Jeremías 2:13). Jeremías se refirió a Dios, que era la fuente de la vida, la verdad y la luz: el agua viva que los castigaría por sus pecados.
Jesús le dice que, si ella supiera quién era, Él le daría el "agua viva", la vida espiritual que necesitaba. Por supuesto, Jesús está diciendo que conocerlo a Él, conocer la Verdad y obtener el "agua viva" era todo uno y lo mismo.
Vs. 11-12 – Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?
Obsérvese cómo responde ella, cómo su respuesta es similar a la de Nicodemo. Cuando se enfrenta a la realidad de la persona de Jesús, Nicodemo cuestionó la "literalidad" o el "significado" de las palabras espirituales de Jesús "nacer de nuevo". Pensó en términos literales, en el sentido de regresar de nuevo al útero para nacer por segunda vez!
La mujer samaritana examina las palabras de Jesús de manera literal también. Por ejemplo: no creo que te estés refiriendo al agua de este pozo, porque no tienes cubo para ello y es profundo. Entonces, ¿qué quieres decir con "agua viva"? ¿te consideras incluso más grande que el propio Jacob, el que originalmente nos dio a nosotros el mismo pozo? En otras palabras, nos dio el pozo que sustenta nuestras vidas y animales; ¿puedes darnos algo mayor que esto?
Vs. 13-14 – Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.
Jesús ahora señala la diferencia entre el agua natural y el agua viva que Él le ofrece.
- El agua natural satisface temporalmente, es terrenal, natural y temporal.
- El agua viva satisface completamente y sin fin.
- Quien bebe agua natural, muere finalmente, solo se mantiene vivo durante un tiempo. Quien beba el agua viva -espiritual- nunca morirá.
Sabemos, por supuesto, que Jesús mismo es esa agua viva y que Lo bebemos al creer y obedecer Su Palabra.
Vs. 15 – La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla.
La mujer ha pasado de la incredulidad y la duda a la curiosidad, de modo que le hace dos preguntas:
- ¿Podría obtener ella esa agua?
- Si pudiera, ¿significaría que no tendría que salir todos los días a esa hora a buscar agua? (Voy a explicar el significado de esto en un minuto.)
Vs. 16-18 – Él le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: «No tengo marido», porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad.
Jesús responde a su cambio de actitud ahondando en su vida personal. Ella responde honestamente y Jesús reacciona a su apertura, revelándole más acerca de Su propia auténtica naturaleza y mostrando Su conocimiento íntimo sobre su pasado, especialmente su pasado pecaminoso. Esta puede ser la razón por la que estaba sola, y al mediodía, para sacar agua; pudo estar siendo rechazada por las otras mujeres del pueblo, debido a sus antecedentes.
Téngase en cuenta que Jesús le ofrece "agua viva" o "nuevo nacimiento", pero como todos los demás, ella debe empezar con fe y arrepentimiento.
Vs. 19-20 – La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
La mujer pasa de la curiosidad a una fe preliminar; ve a Jesús como una especie de profeta (no del todo acertada, pero avanzando en la dirección correcta). Partiendo de lo que Jesús ha mostrado, ella sigue preguntándole acerca de una discusión importante que mantenían Samaritanos y Judíos: ¿Cuál es el lugar correcto para adorar? ¿Betel o Jerusalén?
Su pensamiento es que ha sido puesta de manifiesto su condición de pecadora, por lo que ¿dónde, entonces, debería ir para ser purificada? La gente iba al templo para ser purificada de todo pecado, para ofrecer sacrificios por sus ofensas. De modo que quiere saber dónde es el lugar correcto, si Betel o Jerusalén. Su conciencia se ha removido y ahora es importante para ella conocer; hay hambre de rectitud. Su encuentro con Jesús ha provocado esto. Ella ha bebido el agua viva y ya está produciendo efecto.
Vs. 21-24 – Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.
Jesús responde directamente a su pregunta y se expande en el tema de la adoración, que habla no solo de la disputa entre Judíos y Samaritanos sino de nuestros propios problemas con este tema hoy en día. Dice 3 cosas sobre la adoración:
- Se acerca el momento en que no será importante dónde se ubique el templo físico. Sabemos que esto es verdad hoy porque nosotros mismos somos el templo en el que Dios habita (no un edificio) y no es importante ya donde se encuentren los lugares de reunión (1 Corintios 3:16).
- En cuanto a la disputa actual entre Judíos y Samaritanos, Jesús le dice que el lugar correcto para adorar (en ese momento) sería Jerusalén. El Mesías vendría de una de las dos tribus del Reino del Sur (Judá), y no de las diez tribus del Reino del Norte.
- No es el lugar donde adoras lo que cuenta. Una persona podría estar en el templo de Jerusalén y no adorar adecuadamente si su corazón está equivocado.
Si Dios fuera físico, lo material sería muy importante (lugar, tiempo, cosas utilizadas). Pero Dios es Espíritu y son los elementos espirituales representados por las cosas físicas lo importante:
- Cantar es físico. Un corazón alegre, un corazón comprensivo es espiritual.
- El pan y el vino son físicos. Recordar a Jesús en la unidad amorosa es espiritual y verdadero.
- El dinero es físico. Dar con generosidad y alegría es espiritual y verdadero.
- Las palabras son físicas. Predicar, enseñar las palabras de Jesús es lo espiritual y verdadero.
Podemos hacer las cosas correctas, usar las palabras correctas, pero sin el espíritu recto y verdadero, nuestra adoración es vana, falsa, no espiritual.
Vs. 25-26 – La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
La mujer está a punto de darse cuenta sobre la verdad de Jesús y confiesa su fe y esperanza respecto del Salvador que está por venir. Los Samaritanos creían que el Salvador sería un profeta y un gobernante terrenal (como lo fue David). El nombre atribuido era "el que restaura" o TAHEB. Sin embargo, ella no usa este término y se refiriere al Salvador con el término Judío, MESÍAS.
Nótese también cómo ha pasado de rechazar a Jesús a expresar su esperanza en el Salvador. No está lejos de la verdad.
Jesús le ayuda a hacer la conexión declarándole que, de hecho, Él es el Mesías. Este es el clímax de este diálogo; muy inusual por lo demás que Jesús hiciera esta declaración directa y dramática a una sola persona, y más a una mujer de Samaria. En Su respuesta le hace ver que todo lo se esperaba que hiciera el Mesías, Él las ha hecho por ella:
- Ha ofrecido vida espiritual, lo que se suponía que el Mesías debía traer.
- Ha revelado dónde debería estar el verdadero templo, qué es lo que el Mesías haría.
- Revela el corazón de los hombres, lo que dijeron los profetas que haría el Mesías.
- Sabe y revela lo que Dios realmente quiere, adoración auténtica, lo que haría el Mesías.
- Se revela a sí mismo como el Mesías, lo que haría el Mesías.
Diálogo con los apóstoles
En ese momento, los Apóstoles regresan y comentan la extraña escena ante ellos: Jesús hablando de hecho con una mujer samaritana.
Vs. 27-30 – En esto llegaron sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será este el Cristo? Y salieron de la ciudad e iban a Él.
Expresan su sorpresa ante la escena que presencian. La mujer, al verlos llegar, deja todo atrás y abandonando su pudor, dice a los demás quién cree que es Jesús. Con la fuerza de su testimonio, la ciudad se reúne para ver a Jesús.
Vs. 31-38 – Mientras tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Pero Él les dijo: Yo tengo para comer una comida que vosotros no sabéis. Los discípulos entonces se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros: «Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega»? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que ya están blancos para la siega. Ya el segador recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije juntamente con el que siega. Porque en este caso el dicho es verdadero: «Uno es el que siembra y otro el que siega». Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y vosotros habéis entrado en su labor.
Mientras tanto, los apóstoles quieren que Jesús se centre en comer, pierden el significado del momento. El Señor hace uso de ese momento para impartir una lección a partir de lo sucedido. Nuevamente les habla en un plano espiritual y les dice lo siguiente:
- Su satisfacción (y la de ellos también) proviene de hacer la voluntad de Dios, no de las cosas físicas. Es decir, agua viva, pan del cielo, no agua de pozo ni comida.
- Tienen que abrir los ojos y ver cuán hambrienta y sedienta está la gente por el alimento espiritual que sólo ellos tienen para ofrecer.
- Hacer la voluntad de Dios al dar el "agua viva" a otros trae también gran satisfacción.
- El gozo proviene de hacer la voluntad de Dios (sea la que sea). Algunos siembran, otros cosechan, pero ambos son recompensados por hacer la voluntad de Dios.
Por supuesto, esto es un mero avance y preparación para la Gran Comisión que les encargará tras Su resurrección y antes de Su ascensión al cielo: Ir por todo el mundo y predicar las buenas nuevas a todo el mundo. - San Marcos 16:15
El testimonio de la mujer
No volvemos a ver a la mujer pero el agua viva, brotando en ella ahora, ha provocado sed en aquellos con quienes ha compartido la historia de su encuentro con Jesús.
Vs. 39 – Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: Él me dijo todo lo que yo he hecho.
Muchos creyeron en su relato y siguieron al Señor por ello. Su testimonio -no sus conocimientos, obras o capacidad docente- es lo que tuvo un efecto en los demás.
Vs. 40-42 – De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. Y muchos más creyeron por su palabra, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que este es en verdad el Salvador del mundo.
Su testimonio afectó a otros de diversas formas:
- Vinieron a ver a Jesús por sí mismos.
- Estaban dispuestos a escuchar.
- Creyeron lo que ella dijo sobre Él, tras escucharLe por ellos mismos.
- Dieron cuenta también de su propia fe en Él.