13.

Dos promesas de Jesús

En el capítulo 6 de Juan, Jesús realiza poderosos milagros para probar su naturaleza divina y hace dos importantes promesas a sus seguidores.
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Hemos visto un patrón "cíclico" de enseñanza en el libro de Juan:

  • Un ciclo de Jesús revelando su divinidad a través de un patrón de testimonio, enseñanza y milagros.
  • Un ciclo más amplio de eventos que comienzan con Jesús revelando Su divinidad de alguna manera, y la gente respondiendo con fe o con incredulidad.
  • Y luego, por supuesto, hemos constatado un patrón familiar de los pasos que seguía Jesús en su evangelización personal.

Mantengamos los ojos abiertos a estas características particulares del evangelio de Juan, a medida que avanzamos en nuestro estudio.

En nuestro último capítulo, que cubre el capítulo 5 de Juan, vimos a Jesús realizar un milagro curativo y la respuesta de incredulidad de los líderes religiosos Judíos que estaban empeñados en destruirLe, tanto a Él como Su ministerio. Al rechazar esta gran evidencia acerca de Su verdadera naturaleza, vimos a Jesús reprendiéndolos y advirtiéndoles por su deshonra para con Dios, por su falta de preparación para el juicio, por su dureza de corazón, ignorancia, orgullo e incredulidad.

En el capítulo 6, Jesús vuelve una vez más a Galilea y realiza dos grandes milagros. Esta vez, sin embargo, hace dos promesas a los que creen, en lugar de enumerar los peligros a los que no creen.

El primer milagro - 6:1-15

Vs. 1-13 – Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía una gran multitud, pues veían las señales que realizaba en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Entonces Jesús, alzando los ojos y viendo que una gran multitud venía hacia Él, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman estos? Pero decía esto para probarlo, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno reciba un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced que la gente se recueste. Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Ambos, Felipe y Andrés, manifiestan que no es posible alimentar a la gente con los recursos existentes. No se dan cuenta que, con Jesús, tienen la fuente para cubrir toda necesidad.

Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él.
- Colosenses 1:16

El milagro consiste en que, a partir de cinco panes y dos peces, Jesús alimenta a más de 5,000 personas, y sobran 12 canastas. La lección, por supuesto, es saber que, con Jesús como fuente, siempre hay más que suficiente.

Vs. 14-15 – La gente entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decía: Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo. Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y llevárselo por la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez al monte Él solo.

Nótese la reacción de la multitud: lo ven como un salvador, una especie de mesías. No el que es, sino el que quieren que sea. Quieren obligarlo a convertirse en su rey. Su visión del Mesías era la de alguien investido de grandes poderes, que los salvaría de sus enemigos terrenales y los convertiría en una gran nación nuevamente. Jesús conoce sus corazones y no quiere ser este tipo de rey para ellos, por buenas razones:

  1. Solo Dios unge a los reyes y por tanto la unción de la multitud no tendría sentido.
  2. Lo vieron como un hombre, sí, un "Superhombre", pero, aun así, solo un hombre.
  3. Querían poner en acción su plan de redención política. Jesús fue enviado a poner en acción el plan de Dios para la redención espiritual.

Jesús, queriendo detener el impulso de sus acciones, se va para hacer oración en solitario. Como Dios, no necesitaba oración. Como hombre, sin embargo, necesitaba orar para que se hiciera la voluntad del Padre, a pesar de este revés.

El segundo milagro - 6:16-36

1. El milagro en sí:

Vs. 16-21 – Al atardecer, sus discípulos descendieron al mar, y subiendo en una barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos; y el mar estaba agitado porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca; y se asustaron. Pero Él les dijo: Soy yo; no temáis. Entonces ellos querían recibirle en la barca, e inmediatamente la barca llegó a la tierra adonde iban.

Este milagro se realiza solo para los apóstoles y para aquellos de nosotros que leemos ahora su testimonio. Ambos milagros sin embargo, preparan al pueblo, a los Apóstoles y a todos los que leen su testimonio, para lo que está por venir a continuación.

2. Jesús declara su divinidad (implícitamente):

Nótese en estos eventos que el ciclo menor de Jesús declarando Su divinidad de diversas formas funcionará dentro del ciclo más amplio de personas que observan estas cosas y reaccionan con creencia o incredulidad.

Vs. 22-25 – Al día siguiente, la multitud que había quedado al otro lado del mar se dio cuenta de que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos. Vinieron otras barcas de Tiberias cerca del lugar donde habían comido el pan después de que el Señor había dado gracias. Por tanto, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y se fueron a Capernaúm buscando a Jesús. Cuando le hallaron al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

La multitud sigue a Jesús. No es un lago enorme, pero lo bastante grande como para recorrerlo en una sola noche (unas 40 millas a pie). No había bote para llevarLe al otro lado -atravesarlo. La multitud sabía esto, así que la única conclusión (caminar sobre el agua de alguna manera) conllevaba un acto de milagro. No lo vieron, pero todas las señales apuntaban a ello.

Vs. 26-27 – Jesús les respondió y dijo: En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, porque a este es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.

Jesús ahora los confronta sobre el milagro del día anterior:

  • Revela sus verdaderos motivos (satisfacción física, comida gratuita).
  • Revela cuáles deberían ser sus motivos (satisfacción espiritual).
  • Dios provee alimento espiritual solo a través de Cristo y la prueba (sello) de que esto es así es el milagro consistente en llenar sus estómagos.

Con el milagro de los panes y los peces, Jesús muestra que Él puede proporcionar el alimento espiritual que solo Dios puede dar.

3. Reacción de la multitud:

Vs. 28 – Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?

La gente malinterpreta Su declaración pensando que Él puede facilitarles una especie de fórmula secreta que les dará el poder para hacer pan, etc. De esta manera, confunden la comida espiritual con los signos espirituales. No pudieron comprender lo que les estaba ofreciendo: no comida para un estómago vacío, sino una oportunidad para llenar sus almas, abriendo sus ojos.

4. La respuesta de Jesús:

Vs. 29 – Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en el que Él ha enviado.

Jesús continúa explicando el propósito del milagro, que es generar fe en Él, como Hijo de Dios. Este milagro es un ejemplo de cómo Dios promueve la fe: no elimina la elección, simplemente proporciona pruebas. Al final, son los hombres quienes eligen creer, Dios proporciona la prueba necesaria para influir en esa elección. Si optamos por creer y seguimos haciéndolo, demostramos la obra y la influencia de Dios en nosotros. Nuestra fe - no nuestras obras grandes o milagrosas- es la que demuestra el poder de Dios actuando en nosotros.

5. La respuesta de la multitud:

Vs. 30-31 – Le dijeron entonces: ¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».

En esencia, exigen otro milagro para convencerlos y creer. "Moisés proporcionó maná durante 40 años, haz lo mismo o algo mejor, entonces creeremos". Quieren milagros al estilo de Moisés, o ¡mejor que Moisés! Ésta es sólo otra forma de negarse a reconocer quién es Jesús, con fundamento en el testimonio de los milagros, enseñanzas y declaraciones que Él ya les ha hecho. Cuando uno no quiere creer, no hay prueba haga cambiar de opinión.

Jesús se niega a ser su rey "humano" porque Él es su rey divino, y deben comprender esto. Él no trata con ellos en los términos que le plantean ellos, sino en Sus términos, y la salvación se fundamenta en su reconocimiento.

6. La respuesta de Jesús:

Vs. 32-33 – Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo.

El Señor corrige su malentendido, tanto respecto de Moisés como del maná. Moisés nunca dio el verdadero pan del cielo (vida espiritual); solo Dios puede dar esto. Ni el maná vino nunca del "cielo"; se hallaba simplemente en el suelo por las mañanas, cuando se levantaban. El maná tenía tres propósitos: saciar el apetito físico, ser testigo del poder de Dios, y proporcionar un tipo o vista previa del verdadero pan que vendría del cielo y daría vía espiritual.

Continúa siendo testimonio de su naturaleza divina enseñándoles conceptos que solo Dios podía conocer.

7. La multitud responde:

Vs. 34 – Entonces le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

Téngase en cuenta que se dirigen a Él como Señor (título) no Señor (Salvador). Ven que lo que Él está ofreciendo es deseable, pero aún no entienden lo que realmente es; y no creen en Él. En un primer momento, querían poder para hacer pan de una manera milagrosa. Ahora piensan que el "verdadero pan" es una especie de super maná que, si lo comes, no volverás a tener hambre nunca más; tan solo una manera mejor de satisfacer su hambre física para siempre.

8. Jesús declara su divinidad (explícitamente):

Vs. 35 – Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.

Jesús deja de hablarles en términos parecidos a las parábolas y declara Su naturaleza divina, claramente, vinculándose a Sí mismo con las imágenes divinas que ha estado describiendo. A lo largo de este capítulo, declara esta misma idea de diferentes maneras:

  • Él es el Mesías que vino al mundo (vs. 14)
  • Él es el Hijo del Hombre (vs. 27)
  • Él es Aquel en quien el Padre ha puesto Su sello (vs. 27)
  • Él es el enviado del Padre (vs. 29)
  • Él es el Hijo de Dios (vs. 32)
  • Él es el que da vida al mundo (vs. 33)
  • Él es el pan de vida (vs. 35)

Primero con milagros, luego enseñando, ahora mediante manifestaciones claras, Jesús trata de mostrarles quién es realmente.

9. La respuesta de la multitud:

Vs. 36 – Pero ya os dije que aunque me habéis visto, no creéis.

Jesús afirma rotundamente que, a pesar de todo esto, la respuesta de ellos es simple: incredulidad. Su respuesta es la misma que la de los fariseos en Jerusalén, no creen.

Las dos promesas de Jesús

Primero Jesús explica la condena que aguarda a los que no creen. Y aun cuando los de Galilea responden también con incredulidad, hace dos promesas -a los que no creen, entonces y ahora:

1. Aquellos que acudan a Él serán aceptados.

Vs. 37 – Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera.

Todos los que pasen por la cruz de Cristo no serán rechazados, independientemente de sus pecados, nacionalidad, inteligencia o posición social. No importa dónde se encuentre o quién sea uno, no hay necesidad de temor: Dios les aceptará a través de Cristo.

2. Aquellos que creen tienen vida eterna.

Vs. 38-40 – Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final.

Lo que Dios desea es que nadie que crea en Jesús se pierda. Aquellos que confían en Cristo confían en que Él los salvará, a pesar de su debilidad. Nótese que primero viene la vida eterna, luego viene la Resurrección. Ya posees la vida eterna por la fe, antes de morir y resucitar. Es por eso por lo que resucitas a la gloria.

Resumen

Jesús realiza dos grandes milagros. Declara que Él es el Salvador, el Hijo de Dios, el Dador de vida eterna. Su audiencia no cree, a pesar de que obró milagros y Se declaró. Persiguen solo las bendiciones físicas que dan los milagros. A los que creen, les hace dos promesas:

  • Todos los que vienen a Él, Él los aceptará.
  • Todos los que creen en Él pueden estar seguros de que tienen vida eterna desde ahora, su propia resurrección será simple confirmación.

Exhortación

No te desanimes por tu falta de fe en ocasiones; o por la incredulidad total de los demás. Hasta los testigos presenciales rechazaron a Cristo, incluso tras comer el pan hecho milagrosamente. Es normal dudar; normal que la mayoría lo rechace: incluso Cristo dijo que el camino a la vida era estrecho y pocos lo recorrían.

En caso de duda, recuerda las promesas de aquel a quién has creído. Date cuenta de que tienes vida eterna ahora. Anímate pensando que Jesús prometió que no perdería a ninguno - confía en Él.

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