Seis formas de perder tu alma
En el último capítulo expliqué la naturaleza cíclica de este libro.
- Ciclo grande: Jesús muestra su naturaleza de Dios / Hombre y la gente responde con fe o incredulidad.
- Ciclo más pequeño: las tres formas en que la divinidad de Jesús es revelada - testimonio, enseñanza y milagros.
En este capítulo veremos como estos ciclos giran entre sí nuevamente.
El milagro – 5:1-9
Vs. 1-4 – Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo se llama Betesda y que tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua; porque un ángel del Señor descendía de vez en cuando al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera.
Después del milagro obrado en la región de Galilea, Jesús regresa de nuevo a Jerusalén y tiene su primer encuentro con los que se oponen a Él y que, finalmente, Le matan.
Jerusalén estaba rodeada de murallas y entradas a la ciudad llamadas "puertas". Cerca de una de ellas había una piscina rodeada de pórticos que servían de lugar de reunión para los enfermos y tullidos. (Esas piscinas o depósitos de agua eran para bañarse y beber.)
Vs. 5-9 – Y estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo*: ¿Quieres ser sano? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda. Y al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y echó a andar.
Nótese que este hombre no tenía fe en Jesús; el milagro se realiza por misericordia y como una demostración de poder y señal para los presentes. El objetivo no era tanto la curación como el constatar cómo responderían las personas: creencia o incredulidad. Juan describirá el conflicto que resulta de este milagro.
El conflicto - vs. 9b-15
Vs 9b – Y aquel día era día de reposo
El día en que Jesús realizó este milagro era sábado. El sábado proviene de Génesis 2: 1-3 y la palabra sábado significa "descansar o cesar". Día 7, sábado.
En Génesis, Dios acaba Su ciclo de creación y proporciona un ejemplo divino de descanso o cese en el trabajo. Si no lo hubiera hecho, trabajaríamos sin cesar hasta la muerte. En el Pentateuco -los primeros 5 libros de la Biblia- Él describe cómo se debe usar o no el día (Éxodo 13-17; 34:21). Se celebraban muchas fiestas para alabar la misericordia y grandeza de Dios, que culminaban en el día de sábado (Éxodo 34:22).
Con la construcción del templo y más tarde el establecimiento de sinagogas en diferentes ciudades, el sábado se asoció con actividades en el templo o sinagogas (lugar de reunión). Finalmente, el sábado llegó a significar no trabajar y reunirse en el templo o la sinagoga para oración, enseñanza y otras formas de adoración.
En el siglo cuarto antes de Cristo, los rabinos o maestros comenzaron a definir cuál era la idea de "trabajo" y sus definiciones se volvieron gravosas y ridículas. Prohibieron 39 tipos de trabajo. No podías caminar más allá de una milla desde tu casa o, de lo contrario, era considerado "trabajo" en el día de reposo. Un escriba no podía llevar sus bolígrafos en sábado porque esto era "trabajo".
Vs. 10 – Por eso los judíos decían al que fue sanado: Es día de reposo, y no te es permitido cargar tu camilla.
Esto explica por qué los judíos (fariseos) decían al hombre que estaba pecando, porque cargar su camilla en un sábado era considerado "trabajo". Téngase en cuenta que ellos desechan completamente el milagro, la alegría y la libertad del hombre, la gloria de Dios. Todo lo que querían era que su concepto de lo que es correcto fuera obedecido y no supieron ver lo demás.
Vs. 11 – Pero él les respondió: El mismo que me sanó, me dijo: «Toma tu camilla y anda».
Por supuesto, respecto del hombre curado, la única autoridad que cuenta es la del poder de Aquel que lo sanó. (Es decir, no me hables a mí, habla con quien me sanó)
Vs. 12-13 – Le preguntaron: ¿Quién es el hombre que te dijo: «Toma tu camilla y anda»? Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús, sigilosamente, se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar.
Quieren saber quién es Jesús. En su ceguera, las únicas palabras que escuchan y lo único que ven es al hombre alejarse con su camilla, lo que va en contra de sus reglas acerca del sábado.
Vs. 14-15 – Después de esto Jesús lo halló en el templo y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor. El hombre se fue, y dijo a los judíos que Jesús era el que lo había sanado.
Jesús se ocupa de la mala salud física del cojo, curándolo; ahora se ocupa también de su salud espiritual. "No peques más", lleva consigo la implicación de que los pecados son perdonados. Le advierte para que se mantenga alejado del pecado, tras ver lo que le ha causado en su pasado (enfermedad) y lo que le puede causar en el futuro (infierno).
La curación y el testimonio, así como la enseñanza, traen ante sí fe y vida nueva. Este hombre que estaba devastado por la enfermedad y agobiado por el pecado, es liberado de ambos y se convierte en productivo (multiplicación) al compartir su propio testimonio con otros.
Las acusaciones - vs. 16-18
Vemos al hombre restablecido y produciendo un testimonio poderoso en nombre de Jesús. Ello no trae solo más contactos y más seguidores a Jesús, también proporciona munición para Sus atacantes.
Vs. 16 – A causa de esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en el día de reposo.
La más obvia de sus acusaciones es la que lanzaron contra el cojo. Acusan a Jesús de "trabajar" el sábado y, por lo tanto, profanarlo y desobedecer a Dios.
Vs. 17 – Pero Él les respondió: Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo.
Jesús les responde que, si lo están acusando de esto, también están acusando a Dios. Su razonamiento es el siguiente:
- Dios nunca deja de trabajar ni de hacer el bien.
- Lo que he hecho es una manifestación de la obra de Dios en nombre de este hombre.
- Si lo que he hecho infringe la ley de Dios, entonces estais acusando a Dios de quebrantar su propia ley porque en realidad, Él es quien ha obrado esto.
Vs. 18 – Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Los líderes están frustrados y enojados, además de constatar que Jesús está reclamando una relación especial o igualdad con Dios. En su frustración e ira, lanzan un ataque contra Jesús y, en la siguiente sección, Jesús les responde advirtiéndoles de las diversas formas por las que están en peligro de perder sus almas.
1. Falta de respeto
Vs. 19-23 – Por eso Jesús, respondiendo, les decía: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera. Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que Él mismo hace; y obras mayores que estas le mostrará, para que os admiréis. Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere. Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
Lo denunciaron por hacer exactamente lo que por Su naturaleza divina fue enviado a hacer. Acusaron de pecado al inmaculado, justo de aquello que, finalmente, Le crucificaría. Jesús vino a limpiar el mundo del pecado, no a incrementarlo.
Jesús les dice que aquellos que manifiestan que lo honran, pero luego terminan acusándolo de pecado, no lo honran realmente. De hecho, son culpables de una falta de respeto. La palabra honor significa "atribuir un valor." Estamos en peligro de perder nuestras almas si no atribuimos el valor apropiado (honor) a Jesús. Valorar su persona (adoración), valorar Su Palabra (estudiar y obedecer), valorar Su obra en la cruz (proclamar la buena nueva). Muchos perderán sus almas porque no honraron a Cristo.
2. No preparados para el juicio
Vs. 24-30 – En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. En verdad, en verdad os digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en sí mismo; y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre. No os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Jesús está hablando del juicio que dirigirán contra Él y continúa diciendo: hablando de juicio, todo aquel que me escucha no será juzgado, sino que se salvará. ¿Dónde, entonces, te coloca a ti, que me acusas? Les dice que verán el día en que Él se levantará y verán el día en que todos (incluidos ellos) serán juzgados por Dios a través de Él. Eso significa que Él los juzgará. Eso significa que ¡han estado acusando erróneamente a su propio juez!
Podemos perder nuestras almas cuando no nos damos cuenta de que Jesús no es sólo nuestro salvador, sino también nuestro juez.
3. Terquedad
Vs. 31-38 – Si yo solo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Vosotros habéis enviado a preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero el testimonio que yo recibo no es de hombre; mas digo esto para que vosotros seáis salvos. Él era la lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para llevar a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, ese ha dado testimonio de mí. Pero no habéis oído jamás su voz ni habéis visto su apariencia. Y su palabra no la tenéis morando en vosotros, porque no creéis en aquel que Él envió.
Jesús repasa con ellos su increíble terquedad y dureza de corazón. Dice, creéis a las personas que se jactan de sí mismas gustosamente, a vuestros líderes terrenales. Creísteis a Juan, el profeta, cuando dijo que el tiempo estaba cerca, pero rechazáis creerme a Mí, cuyo mensaje es mayor, y cuyos milagros son irrefutables.
Os negáis a escuchar a Dios porque no os gusta el mensaje, y no permitís que entre en vuestros corazones. La implicación de todo ello es que vuestra incredulidad de corazón en Mí, demuestra que nunca creíste realmente en Él.
Podemos perder nuestras almas de la misma manera que nos negamos a escuchar la Palabra de Dios. Cada vez que la Palabra dice "haz esto"; o "ve por este camino"; o "deja ir a esa persona, hábito o actitud" y nos negamos, ofreciendo razones, justificándonos o simplemente por inveterada rebeldía, endurecemos nuestros corazones. Cada vez que nos resistimos a la Palabra, resistimos al impulso de hacer el bien, de tratar vivir o servir mejor, nuestro corazón deviene mucho más duro. Un corazón duro y obstinado nos permite pecar con poco sentido de culpa o con segundos pensamientos. Cuando llegamos a este punto, estamos en peligro de perder nuestra alma porque, como esos judíos, hemos sido endurecidos por la terquedad.
4. Ignorancia
Vs. 39-40 – Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Jesús los reprende por ser los que tuvieron el privilegio de conocer las Escrituras, siendo llamados expertos en las Escrituras, pero perdiendo el sentido que señalan las Escrituras. Enseñaron que las Escrituras conducen a uno a la vida eterna. Las escrituras también conducen a Jesús, que da la vida eterna. Ellos no hicieron esta conexión. Perder esta conexión es revelar la auténtica ignorancia de uno.
No debemos apresurarnos a condenar a estos hombres porque a veces también nosotros perdemos la conexión: en ocasiones estamos tan ocupados planificando los estudios bíblicos, organizando el culto y actividades, que olvidamos que el propósito de todo ello es crecer en el conocimiento y semejanza a Cristo. Cuando hacemos de la "religión" nuestro objetivo, cuando actuamos como personas carnales con el fin de avanzar en nuestras metas religiosas, o nos devoramos los unos a otros para que poder llevar a cabo política de iglesia, hemos perdido la razón y mostramos nuestra ignorancia.
Mucha gente que sabe mucho de la Biblia perderá su alma porque ignora a Jesucristo, tema principal en la Biblia.
5. Orgullo
Vs. 41-44 – No recibo gloria de los hombres; pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ese recibiréis. ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
Esto debe haber dolido. Jesús les dice: estáis listos para honrar a reyes, a soldados, incluso a vuestros propios maestros, pero os negáis a honrarme, porque no os honro sino que revelo vuestros pecados.
La razón por la que no Le honraron fue porque estaban enojados con Él. Enojados porque no los aprobaba, y esto era algo que su orgullo ansiaba. Mucha gente perderá su alma porque preferirá obtener la aprobación del mundo, la familia y los amigos que la aprobación de Dios a través de la obediencia a Cristo.
6. Incredulidad
Vs. 45-47 – No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?
Jesús les dice que no necesita acusarlos; Él Solo habrá que juzgar. No hay necesidad de que Él les acuse, porque sus propias palabras los acusarán. Dicen creer la Palabra de Dios en Moisés, pero la Palabra de Dios en Moisés dice a todos los lectores que deben creer en Cristo Jesús. Por su incredulidad en Cristo demuestran que, en realidad, no creen ni en la Palabra ni en Moisés, para empezar. Quedaron condenados porque sus acciones (incredulidad y rechazo a Jesús) demostraron su verdadera incredulidad en la Palabra de Dios.
Mucha gente tiene una Biblia o la conoce, incluso escucha lecciones de forma regular. Pero la fe salvadora requiere dos respuestas básicas a la Biblia:
- Creer como verdad lo que Dios dice en su Palabra
- Obedecer la Palabra de Dios
Jesús dice, aquellos que crean y sean bautizados serán salvos y los que no crean serán condenados ". - Marcos 16:16. Algunas personas corren peligro de perder el alma porque saben y entienden lo que dice la Biblia, pero su desobediencia a la Palabra muestra que realmente no creen.
Resumen
Los líderes judíos juzgaron y acusaron a Jesús de pecado. Jesús respondió que Dios lo había hecho juez de todos los hombres y que Su testimonio, enseñanzas y milagros son prueba de que ello es cierto. Demuestra su poder como juez enumerando las razones para su condena:
- Falta de respeto a Dios al negarse a honrar al Hijo.
- No estar preparados para su propio juicio.
- Negarse a someterse a la Palabra de Dios.
- Ignorancia de la verdadera voluntad o propósito de Dios.
- Amor orgulloso de este mundo.
- Incredulidad de la Palabra y manifestación de la Palabra en Cristo.
Esta reprimenda podría haber dado motivos para pensar a cualquiera, pero no a estos hombres; esta, precisamente, les puso más enojados y resueltos a destruirLe.