80 millones a 1
Mi primo era un jugador. Murió el año pasado por heridas autoinfligidas, pero mientras vivía me enseñó la lección definitiva sobre el juego. Él decía: "Cuando ganas, pierdes; y cuando pierdes, pierdes."
Su punto era que una vez que comienzas a apostar, quedas enganchado y ganar o perder se vuelve secundario: lo único que importa es simplemente jugar el juego.
Pensé en él mientras la televisión mostraba las noticias del mayor ganador de la lotería del país llevándose 109 millones de dólares después de impuestos. La gente justificaba las probabilidades de 80 millones a 1 diciendo que un afortunado era el ganador y que podría haber sido ellos.
La parte triste que nadie informó fue el hecho de que para producir a ese único ganador, millones de personas tuvieron que perder parte de su dinero duramente ganado. Además de esto, también renunciaron a una medida de libertad personal ya que la enfermedad del juego fue discretamente inyectada en sus venas para garantizar su lealtad a la siguiente ronda de la manía de la lotería.
Tengamos cuidado con el vicio del juego. Una vez que lo contraes, pierdes todo el tiempo, incluso en esas raras ocasiones en que ganas. La única manera de evitarlo es nunca empezar, ni siquiera "por diversión". Así fue como mi primo comenzó a perder todo lo que le era precioso, incluida su vida.