Jesús en Jerusalén
Tras seis capítulos del evangelio de Juan ya vistos, seguramente estarás empezando a ver que gran parte de su libro es, en realidad, un diálogo entre Jesús y otras personas, en diferentes ubicaciones:
- Jesús y la gente en general
- Jesús y las multitudes que lo seguían continuamente
- Jesús y sus discípulos
- Jesús y sus apóstoles
- Jesús y personas como Nicodemo o la mujer samaritana
- Jesús y sus enemigos, el liderazgo judío
- Jesús y los incrédulos
- Jesús y los que acuden a Él para ser sanados
Juan relata estos diálogos tal como ocurrieron en Jerusalén, o de camino a Jerusalén, o en la parte norte del país -como Galilea y las ciudades alrededor del lago.
Ahora comenzamos el capítulo 7 y veremos un diálogo poco común entre Jesús y su propia familia respecto de su ministerio; y luego, el diálogo mantenido por diversas personas, con relación a Jesús.
Diálogo entre Jesús y sus hermanos
Sabemos por otros pasajes (Mateo 12:46-47; Marcos 6:3) que Jesús tenía hermanos y hermanas. Se cita, incluso, los nombres de los hermanos (Santiago, José, Judas, Simón). Juan nos ofrece un raro atisbo de cómo eran las cosas para con Jesús en casa.
Vs. 1-2 – Después de esto, Jesús andaba por Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos procuraban matarle. Y la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, estaba cerca.
La fiesta de los judíos, la fiesta de las cabañas, estaba cerca. Se había vuelto peligroso para Él permanecer en Jerusalén, pues ya había sido tildado de alborotador y corría el riesgo de ser arrestado si iba a la capital.
La fiesta de las cabañas, a veces llamada de los tabernáculos, era celebrada en octubre. Era un momento de celebración de la cosecha de temporada -de cereales, frutas y vino. También fue una fiesta conmemorativa que recuerda la huida de Egipto. Los hombres debían asistir y, durante la semana del festival, miles de casetas o "carpas" eran erigidas extramuros de la ciudad de Jerusalén, donde la gente permanecía.
Vs. 3-5 – Por eso sus hermanos le dijeron: Sal de aquí, y vete a Judea para que también tus discípulos vean las obras que tú haces. Porque nadie hace nada en secreto cuando procura ser conocido en público. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en Él.
Juan relata un momento muy personal entre Jesús y Sus hermanos terrenales. La clave aquí, sin duda, es que los hermanos no creyeron en Jesús, por lo que sus comentarios deben ser tomados desde este ángulo. Téngase en cuenta también el ciclo de creencia e incredulidad que se muestra aquí.
A pesar de que estos hombres (Santiago, Judas, José y Simón) no creen en Él como el Mesías, se apresuran a señalar cómo debe conducir Su ministerio. Su posición tiene sentido: Si quieres que te conozcan, por qué perder tu tiempo y energía aquí; Galilea estaba escasamente poblada y no era importante. Dirígete donde está la acción, Jerusalén, especialmente mientras las multitudes están allí para la fiesta.
Téngase en cuenta que dicen "si haces estas cosas". Ni siquiera se habían molestado en acudir a cualquiera de sus reuniones públicas; ellos no habían presenciado Sus milagros; solo habían oído hablar de Él. No creen, no harán el esfuerzo de averiguarlo, pero le dan consejos sobre cómo debe conducir Su ministerio.
Quizás pensaron que, si resultaba ser el gran salvador y rey, los judíos creerían que es el Mesías, y recibirían Su favor. Más tarde nos enteramos de que se convierten tras la Resurrección. Santiago devino un anciano y líder de la Congregación de Jerusalén; escribió también la epístola de Santiago. Los historiadores nos dicen que fue arrojado desde las murallas de la ciudad y apedreado como mártir cristiano. Y Judas pasó a escribir la epístola de Judas.
Vs. 6-9 – Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo es siempre oportuno. El mundo no puede odiaros a vosotros, pero a mí me odia, porque yo doy testimonio de él, que sus acciones son malas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún mi tiempo no se ha cumplido. Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea.
Jesús explica que el "tiempo" para hacer lo que ellos quieren que Él haga (manifestarse o mostrarse a sí mismo como el Mesías) no ha llegado. Piensan que ir con la multitud y hacer milagros es la forma de llevarlo a cabo. Jesús sabe que morir en la cruz y resucitar es el modo en que Él se manifestará y el "tiempo" para hacerlo aún no ha llegado.
El "tiempo" de ellos siempre está listo porque no tienen encomendada una misión. Son libres de ir al festival. Son libres de regresar y volver a sus trabajos. Son libres de creer. Pueden hacer todas estas cosas porque no están bajo restricción alguna ni están amenazados. Los movimientos de Jesús se encuentran limitados, porque es odiado por aquellos a quienes ha acusado de pecado. Es Dios quien controla Su tiempo debido a Su misión, por el contrario, Sus hermanos no tienen tales restricciones.
Los anima a ir, pero les dice que Él no irá a los propósitos que sugieren. Esto no significa que no vaya, sino que no irá para llevar a cabo sus planes.
Vs. 10-13 – Pero cuando sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió; no abiertamente, sino en secreto. Por eso los judíos le buscaban en la fiesta y decían: ¿Dónde está ese? Y había mucha murmuración entre la gente acerca de Él. Unos decían: Él es bueno. Otros decían: No, al contrario, extravía a la gente. Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de Él por miedo a los judíos.
La escena ahora se traslada a Jerusalén, donde se vive controversia acerca de Jesús y sus afirmaciones. Juan muestra que la gente estaba dividida en su opinión acerca de Él, pero estaba unida en su miedo común al liderazgo y oposición a Jesús.
Ahora que Jesús ha ido a Jerusalén -no mediante entrada triunfal o milagrosa como habían sugerido sus hermanos, sino en secreto y entre la gente- el escenario está preparado para otro diálogo.
Diálogo entre Jesús y la multitud
Para preparar este escenario, debes volver al versículo 7, donde Jesús muestra la verdadera razón de oposición a su persona: Él revela los pecados de la gente y esto no le gusta.
En Su conversación con la gente y con los líderes, hace lo mismo, revelar el pecado y la hipocresía de la multitud y de los líderes judíos. Lo hace respondiendo a sus diversos cargos.
1. Lo acusan de incompetente
Vs. 14-15 – Pero ya a mitad de la fiesta, Jesús subió al templo y se puso a enseñar. Entonces los judíos se maravillaban, diciendo: ¿Cómo puede este saber de letras sin haber estudiado?
Están impresionados con Su enseñanza, pero cuestionan Sus credenciales. Si no pudiera mostrar las credenciales adecuadas para haber sido entrenado en una de las escuelas rabínicas, ¿qué credibilidad podría tener Su enseñanza? Los líderes judíos formulan a la multitud esta pregunta "retórica", en un esfuerzo por desacreditar a Jesús públicamente.
Vs. 16-19 – Jesús entonces les respondió y dijo: Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió. Si alguien quiere hacer su voluntad, sabrá si mi enseñanza es de Dios o si hablo de mí mismo. El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero y no hay injusticia en Él. ¿No os dio Moisés la ley, y sin embargo ninguno de vosotros la cumple? ¿Por qué procuráis matarme?
Jesús responde directamente a estos líderes con tres puntos:
- La enseñanza que da no es suya, sino de Dios que lo envió.
- Cualquiera que afirme conocer a Dios hará la voluntad de Dios y, con ello, demostrará estar legitimado. "Vosotros no superáis esta prueba porque malinterpretáis la voluntad de Dios (que os ha sido dada por Moisés) y tratáis de matarme".
- Aquellos que hablan por su propia autoridad buscan su propia gloria, aquellos que hablan con la autoridad de Dios buscan glorificarlo. Aquí resultó evidente quién recibía la gloria por Su ministerio y quien recibía la gloria y el honor cuando los líderes judíos enseñaban y practicaban su religión.
"¡ComparadMe con ellos y vereis quién es creíble!"
2. Lo acusan de estar poseído por un demonio
Vs. 20 – La multitud contestó: ¡Tienes un demonio! ¿Quién procura matarte?
Esta vez es la multitud la que expresa una opinión sobre la acusación de los líderes judíos. Pues dicen "estás loco, ¿cómo puedes decir que nuestros líderes están tratando de ¿matarte?".
No lo olvides, la mayoría de estas personas son peregrinos en Jerusalén, que han acudido para la fiesta. No son conscientes de todo lo que ha sucedido, todo lo más han oído hablar de Jesús. Tienen dificultades en creer que sus líderes religiosos sean realmente capaces de hacer esto, con Jesús.
Vs. 21-24 – Respondió Jesús y les dijo: Una sola obra hice y todos os admiráis. Por eso Moisés os ha dado la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres), y en el día de reposo circuncidáis al hombre. Y si para no violar la ley de Moisés un hombre recibe la circuncisión en el día de reposo, ¿por qué estáis enojados conmigo porque sané por completo a un hombre en el día de reposo? No juzguéis por la apariencia, sino juzgad con juicio justo.
El Señor ni siquiera se ocupa de su acusación, sino que muestra con Su saber infalible que Él no está en absoluto loco o poseído. Explica la acusación hecha contra los líderes en Su declaración anterior.
Su referencia a un milagro lo es a aquel durante el cual sanó a un cojo en sábado, y luego fue acusado de pecado porque había sanado en sábado. Este fue también causa de la gran ira y violencia dirigidas contra Él por parte de los líderes judíos.
Muestra cómo Su milagro está en perfecta armonía con Moisés, incluso cuando se lleva a cabo en sábado. Dice que la ley sobre la circuncisión -dada por Moisés, pero originada mucho antes de Moisés a través de Abraham- ordena que cada hijo varón sea circuncidado el octavo día tras su nacimiento. Y esto se lleva a cabo incluso si el octavo día cae en sábado. Dado que la circuncisión era la señal de que la persona era bendecida por Dios por su inclusión como parte del pueblo elegido (no por nacimiento sino por obediencia a la circuncisión), este ritual de bendición no violaba el día de reposo, aun siendo celebrado entonces.
De la misma manera, la curación del hombre que se realizó en sábado no era incorrecta, porque estaba recibiendo una bendición especial que sólo Dios podía otorgar. Aun siendo en sábado, era aceptable porque, como la circuncisión, la persona estaba siendo bendecida por Dios. Ello no constituía una "obra" del hombre, sino una bendición de Dios y Él eligió darla en sábado.
Jesús los anima a juzgar correctamente, a ver la veracidad de lo sucedido, que no violaba de manera alguna la Ley del sábado dada por Dios. Era "aparente" que los líderes judíos estaban tratando de salir con la suya. Él les dice que juzguen por lo que realmente es: la voluntad de Dios materializada en sábado.
3. Lo acusan de ser un pretendiente
Vs. 25-27 – Entonces algunos de Jerusalén decían: ¿No es este al que procuran matar? Y ved, habla en público y no le dicen nada. ¿No será que en verdad los gobernantes reconocen que este es el Cristo? Sin embargo, nosotros sabemos de dónde es este; pero cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.
Jesús habla a los peregrinos, a los forasteros, pero ahora son los mismos ciudadanos de Jerusalén quienes hablan -por información más autorizada e interna- acerca de Jesús. Tienen, sienten, razones más concretas para negarLe y tacharLe de mero pretendiente:
- Los gobernantes, los líderes no Le creen: Él dice que quieren matarLe, pero aquí está, hablando abiertamente. Se considera demasiado elevado.
- Sabemos que las Escrituras enseñan que el Mesías vendrá de esta área, la nuestra, Belén, que está cerca de Jerusalén, en el distrito de Judea, no de un lugar pueblerino en el norte de Galilea.
Rechazan a los peregrinos por carecer de la información adecuada y a Jesús por ser proveniente de lugar equivocado. Estas son sus razones para no creer. No han tenido para nada en cuenta, por supuesto, Su gran milagro. Como la presencia de un elefante en una habitación y que nadie quiere reconocer.
4. Jesús declara su ignorancia
Vs. 28-29 – Jesús entonces, mientras enseñaba en el templo, exclamó en alta voz, diciendo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy. Yo no he venido por mi propia cuenta, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque procedo de Él, y Él me envió.
Aquí encontramos un juego de palabras. En lenguaje de hoy hubiera dicho: "¿Así, te crees que me conoces? ¿crees saber de dónde soy? Ni siquiera sabes lo que crees saber. Soy de Dios, y lo sé porque Le conozco; tu no lo sabes porque no Le conoces".
5. Los ciudadanos, los peregrinos, los líderes están divididos
Vs. 30-32 – Procuraban, pues, prenderle; pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora. Pero muchos de la multitud creyeron en Él, y decían: Cuando el Cristo venga, ¿acaso hará más señales que las que este ha hecho? Los fariseos oyeron a la multitud murmurando estas cosas acerca de Él, y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendieran.
Los fariseos oyeron a la multitud que murmuraba estas cosas acerca de Él, de modo que los principales sacerdotes y los Fariseos enviaron oficiales para arrestarLe. Están molestos y ahora, incluso los ciudadanos están del lado de los líderes en querer arrestarLe, pero su confusión impide cualquier acción. Esto se debe a que Dios no permitirá ninguna acción contra el Señor antes del tiempo señalado.
Las multitudes y los peregrinos evalúan la situación y se dan cuenta que no pueden ignorar el milagro tan grande que Jesús ha llevado a cabo, al margen de lo que piensen los demás. Los Fariseos, viendo como la situación se desenvuelve, unen fuerzas con sus antagonistas naturales, los sacerdotes, para detener el impulso que está tomando Jesús. Dan órdenes oficiales para que la guardia del templo arreste a Jesús. Sin embargo, la guardia no puede entrar y aislarle por temor a más problemas. Buscarán una oportunidad en el futuro.
6. Jesús responde a los líderes
Vs. 33-34 – Entonces Jesús dijo: Por un poco más de tiempo estoy con vosotros; después voy al que me envió. Me buscaréis y no me hallaréis; y donde yo esté, vosotros no podéis ir.
Sabiendo que el fin está cerca (seis meses), Jesús mira hacia adelante y declara que pronto regresará al lugar de donde vino. Él vino de Dios, y a Dios volverá. Esta es la respuesta a los esfuerzos de los Judíos en encontrarLe y detenerLe. Pronto se hallará en un lugar al que no podrán acceder. Y es así porque, como incrédulos, no podrán llegar a la diestra de Dios.
Vs. 35-36 – Decían entonces los judíos entre sí: ¿Adónde piensa irse este que no le hallemos? ¿Será acaso que quiere irse a la dispersión entre los griegos y enseñar a los griegos? ¿Qué quiere decir esto que ha dicho: «Me buscaréis y no me hallaréis; y donde yo esté, vosotros no podéis ir»?
Ahora sí están realmente confundidos. Piensan que tiene miedo de ser capturado y que, tal vez, escape para continuar Su predicación a los Judíos que viven fuera del país, en otras naciones (diáspora). Con su respuesta y especulación, prueban no entender para nada las palabras que Él ha pronunciado y que ellos han citado. En pocas palabras, ¡todavía no lo entienden!
7. Jesús hace una última súplica
Vs. 37-39 – Y en el último día, el gran día de la fiesta, Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: «De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva». Pero Él decía esto del Espíritu, que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado.
Antes, Jesús había pedido creer en Él en términos de comer Su carne y beber Su sangre. Ahora, cambia la imaginería para ofrecer otro beneficio más de la fe: ser la morada permanente del Espíritu Santo. Beber de Él (creer en Él) permitirá a la persona no tener sed de nuevo, porque la fuente para saciar la sed se convertirá en parte de su persona, es decir, un río en su interior.
En contexto, Jesús promete que aquellos que crean en él no sufrirán la ignorancia espiritual y la ceguera que se manifiesta en estas personas. Ello se debe a que Él les dará el Espíritu Santo, quien les da a conocer que Dios se convertirá en parte de ellos.
En el versículo 39, Juan hace una nota editorial para el lector, con objeto de explicar cuándo se cumplirá esta promesa (Hechos 2:38): en Pentecostés.
8. La reacción del pueblo a la aparición de Jesús en Jerusalén en la fiesta de las cabañas
Juan resume este episodio describiendo las diversas reacciones de las personas que asistieron a la fiesta esa semana, en Jerusalén.
A. Las multitudes
Vs. 40-44 – Entonces algunos de la multitud, cuando oyeron estas palabras, decían: Verdaderamente este es el Profeta. Otros decían: Este es el Cristo.
Pero otros decían: ¿Acaso el Cristo ha de venir de Galilea? ¿No ha dicho la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David, y de Belén, la aldea de donde era David? Así que se suscitó una división entre la multitud por causa de Él. Y algunos de ellos querían prenderle, pero nadie le echó mano.
Las multitudes estaban divididas, algunos creían gracias a los milagros, otros dudaban por lo que decían los ciudadanos sobre su lugar de nacimiento.
B. Los guardias del templo
Vs. 45-46 – Entonces los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!
No lograron arrestarlo, deslumbrados por sus enseñanzas y sin encontrar ninguna brecha que les permitiera arrestarLe.
C. Los fariseos y los líderes
Vs. 47-53 – Entonces los fariseos les contestaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en Él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Pero esta multitud que no conoce de la ley, maldita es. Nicodemo, el que había venido a Jesús antes, y que era uno de ellos, les dijo: ¿Acaso juzga nuestra ley a un hombre a menos que le oiga primero y sepa lo que hace? Respondieron y le dijeron: ¿Es que tú también eres de Galilea? Investiga, y verás que ningún profeta surge de Galilea. Y cada uno se fue a su casa.
Los fariseos eran los enemigos más feroces de Jesús, porque sus enseñanzas y sus hipocresías eran las que denunciaba Jesús. Rechazaron a los guardias y a las multitudes por ignorantes y desinformados.
Téngase en cuenta que los ciclos de creencia e incredulidad continúan aún.