Y el premio es para...

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Nota: La traducción de esta lección se ha realizado electrónicamente y aún no ha sido revisada.

¿A quién no le gusta una buena película, canción o libro? La historia está llena de historias de artistas, intérpretes y atletas excepcionales que nos han conmovido, entretenido e inspirado de maneras profundas.

No hay duda de que la excelencia artística y física son dones de Dios, destinados al enriquecimiento y crecimiento de la humanidad. A lo largo de la historia—hasta tiempos recientes—gran parte del arte y la literatura se dedicó a explorar y representar al mismo Dios, así como la condición humana. Un breve recorrido por museos europeos o la lectura de las obras de Shakespeare lo confirma fácilmente.

Sin embargo, la vida de un artista o intérprete está llena de peligros emocionales y espirituales. Estas actividades inevitablemente invitan a las trampas de la fama, el orgullo y la riqueza, cada una de las cuales puede hacer la guerra contra un corazón que busca el reino de los cielos.

Para muchos artistas e intérpretes, la cima del éxito es que sus talentos sean reconocidos y recompensados. Por supuesto, hubo excepciones: aquellos que permanecieron indiferentes al reconocimiento o la fama. J.D. Salinger, el escritor recluido; Clyfford Still, el artista inflexible; y Paul Newman, el actor humilde, todos ellos persiguieron sus artes puramente por el hecho de la creación misma. Permanecieron "pobres en espíritu", aparentemente no afectados por el éxito o fracaso relativo de su obra.

Otros, como A.C. Green, tres veces campeón de la NBA con los L.A. Lakers, y Tim Tebow, el jugador de fútbol americano y béisbol convertido en influencer, usaron su plataforma para proclamar las realidades espirituales que solo se encuentran en Cristo. Lograron mantener sus ojos fijos en las recompensas eternas, a pesar de las tentaciones del mundo.

Desafortunadamente, para muchos, el brillo de la fama, el éxito y la riqueza se convierte en una distracción cegadora, que oscurece el verdadero propósito de su don. ¿Cuántos artistas y músicos se han convertido en peones involuntarios, entregando sus talentos al enemigo a cambio de una efímera aclamación mundana? Una palabra de advertencia para aquellos que sobresalen en la interpretación: Su don está destinado a bendecir a otros y glorificar a Dios a través de su testimonio. Si no se usa para este propósito, puede convertirse en el vehículo mismo por el cual pasas rápidamente por el camino estrecho—sin siquiera darte cuenta.