Verrugas y todo

Encontrar la identidad en Cristo

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Marcos 5:25-34
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Nota: La traducción de esta lección se ha realizado electrónicamente y aún no ha sido revisada.

Tengo una verruga en el interior de mi mano derecha que se niega a desaparecer. Ha resistido remedios caseros, productos de farmacia e incluso tres intentos de mi dermatólogo para quemarla con nitrógeno líquido—todo en vano. Es sensible al tacto, antiestética y limita ciertas tareas que requieren ese dedo.

Comparto esta molestia personal para resaltar una verdad mayor: a veces, nuestras pequeñas incomodidades, imperfecciones o limitaciones terminan moldeando quiénes somos.

Tomemos, por ejemplo, a la mujer con el flujo de sangre mencionada en Marcos 5:25-34. Observa que nunca se menciona su nombre, solo su condición. Ella se había definido por su enfermedad hasta el punto de que dominaba su vida. En su propia mente, no era una hija, una vecina ni una amiga, simplemente era la mujer con el flujo de sangre.

Por eso muchas personas con enfermedades graves pero invisibles a menudo mantienen su condición en secreto. No quieren ser definidos por su enfermedad y perder su identidad. Y ese es el peligro que todos enfrentamos con las "verrugas" en nuestras vidas—ya sean visibles o ocultas. Comenzamos a vernos a nosotros mismos a través del lente de nuestras fallas o fracasos, convirtiéndonos en personas sin nombre con un "problema de sangre".

Pero la historia de esa mujer también nos enseña cómo liberarnos:

  1. Ella quería algo diferente. Anhelaba un cambio, gastando todo lo que tenía en busca de sanación.
  2. Se volvió hacia Jesús. Las soluciones humanas habían fallado, así que extendió su fe hacia el único que realmente podía ayudar.
  3. Se redefinió a sí misma. Una vez sanada, ya no era "la mujer con el flujo de sangre." Al reconocer a Jesús, se convirtió en Su discípula.

Para que conste, realmente no me identifico por esta molesta verruga. Pero admitiré que a menudo me tiento a ver mi vida a través del lente de otras luchas más serias. Es entonces cuando recuerdo a la mujer que vino a Jesús con fe. Y como ella, vuelvo a Él—ofreciéndole de nuevo mi ser defectuoso e imperfecto, verrugas y todo.

Nuestras fallas pueden etiquetarnos, pero solo Cristo nos define.

Preguntas de discusión

  1. ¿Por qué crees que a veces nos definimos por nuestros defectos o luchas?
  2. ¿Cómo nos anima la historia de la mujer con el flujo de sangre a buscar a Jesús con nuestras debilidades?
  3. ¿Qué pasos prácticos podemos dar para recordar que Cristo nos define a nosotros, no nuestros defectos?