Cambiado por la fe
Comenzamos el capítulo tres con la lectura del evangelio de Juan acerca del encuentro de Jesús con Nicodemo, anciano y maestro de la nación de Israel. Veremos en este intercambio que mantienen, como Juan muestra a Jesús -el Dios/Hombre- enseñando con autoridad y revelando lo que solo Dios puede revelar a quien le busca. La cuestión esencial que aborda es el cambio, ese cambio necesario para entrar en el reino de Dios.
A menudo escuchamos la expresión "salvados por la fe" y, es verdad, pero la razón por la que somos salvados por la fe es porque la fe nos cambia y el cambio producido en nosotros deviene la transición de la muerte a la vida.
Mantengamos estas ideas mientras estudiamos el encuentro de Nicodemo con Jesús el Dios/Hombre.
Vs. 1-2 – Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, prominente entre los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.
Nicodemo fue tras anochecer por temor a perder su puesto. Él era miembro del Sanedrín, el cuerpo religioso gobernante compuesto por 70 sacerdotes, escribas y ancianos. Él mismo era un Fariseo (una secta o grupo de escribas extremadamente conservadores y celosos de la Ley y de las tradiciones judías). Nicodemo creía que Jesús era un profeta y maestro. Él también reconoció que los milagros de Jesús eran una manifestación del poder y la autoridad de Dios (otros profetas habían hecho milagros, como por ejemplo Elías).
Vs. 3 – Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo expresó su fe limitada al acudir a Jesús, admitiendo aquello que creía de Él. Jesús, en respuesta a esto, comienza a explicarle el principio de la regeneración, para lo cual utiliza el término "nacer de nuevo". El Señor dice que, a menos que uno "nazca de nuevo" (cambie, se regenere) no puede ver el reino de Dios.
El "reino de Dios" se crea y está presente cuando la voluntad de Dios se realiza. En el período del Antiguo Testamento, los judíos lo percibieron como un reino terrenal glorioso donde Dios garantizaría a su pueblo prosperidad, protección y poder en el mundo (esta era su noción del cielo). Con la revelación del Nuevo Testamento, hemos llegado a comprender que el reino de Dios es la voluntad de Dios que se persigue y se lleva a cabo en cada dimensión. Existe en el cielo de manera perfecta y parcialmente aquí en la tierra, en forma de iglesia. La promesa de Cristo es que el reino terrenal de Dios, en forma de iglesia, se perfeccionará un día cuando Jesús regrese y, unido al reino celestial, formarán la unión perfecta entre Dios y Su reino.
Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
- 1 Corintios 15:28
La cuestión aquí es que a Nicodemo se le dice que, con el fin de entrar en el "cielo" o "reino" tenía que volver a nacer, cambiar, ¡regenerarse! Lo que resultó difícil de entender para él. Porque los judíos, en general, creían que por el hecho de haber sido elegidos por Dios, no era resultaba necesario cambio alguno. Y para cualquier erudito, anciano y líder como Nicodemo, la idea era que ellos tenían la entrada garantizada. Pero Jesús dice a Nicodemo: a menos que renazcas, no podrás entrar. La conclusión era que el poder, la posición, la formación y la tradición no contaban para nada en proceso de renacer.
Vs. 4 – Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Nicodemo reconoce que es imposible repetir el nacimiento natural, entonces, ¿de qué está hablando Jesús? Entendió que un cambio era necesario, pero no podía comprender qué tipo de cambio y cómo podría lograrse.
Miremos la actitud de Nicodemo: aunque era mayor y estaba en una mejor posición social que Jesús, quería conocer la verdad y por eso se humilló para encontrarla. Ello nos enseña una lección importante: no podemos avanzar en el conocimiento y el entendimiento espirituales a menos que nos humillemos.
Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes.
- Santiago 4:6
Avanzar significa dejar algunas cosas atrás. Es una lección básica en el ejercicio de la humildad. El cambio requiere que reexaminemos lo que hemos aprendido, lo que pensamos, lo que creemos y dejemos atrás las cosas que son falsas, superficiales, inexactas y pecaminosas.
Vs. 5 – Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
Nicodemo se humilla y Jesús le da más información sobre este cambio. El cambio no ocurre por ser judío, fariseo o maestro: no se entra en el reino de esta manera. Se entra en el reino por agua y Espíritu. En esta breve explicación, Jesús da a Nicodemo dos conocimientos necesarios:
- El poder de la regeneración (Aquel que hace que el cambio suceda) es el Espíritu Santo de Dios.
- El lugar donde ocurre esa regeneración no es en el vientre de la madre, sino en las aguas del bautismo.
Nicodemo debía estar familiarizado con estos dos conceptos:
- Como erudito y fariseo, sabía y creía que el Espíritu dio poder a jueces, reyes y profetas para transformar su vida y su servicio. " El Espíritu del Señor Dios está sobre mí,… "(Isaías 61:1)
- Como contemporáneo de Jesús, también sabía que tanto Juan el Bautista como Jesús predicaron que todos debían arrepentirse y bautizarse a fin de prepararse para el reino que está por venir.
En su respuesta a la petición de más información por Nicodemo, Jesús simplemente une estas dos ideas para él. El mensaje al líder de la nación no era diferente del mensaje dirigido a la gente común: arrepiéntete y bautízate.
Vs. 6 – Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Jesús continúa repitiendo la idea de que la fuente de poder para el cambio (el cambio necesario para entrar en el reino) viene de Dios, no del hombre. Todo lo que proviene de la carne no puede ser transformado en algo espiritual, y viceversa, lo que viene de Dios es espiritual y permanece así. En otras palabras, el hombre no puede cambiarse a sí mismo y evitar de este modo la condena. Solo Dios puede cambiar al hombre; 10,000 años de historia lo demuestran.
Vs. 7-8 – No te asombres de que te haya dicho: «Os es necesario nacer de nuevo». El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
Nicodemo está asombrado: necesitaba cambiar (cuando el pensaba que ya estaba bien); y no podía hacerlo por él mismo (pues pensaba que había alcanzado la justicia a través de la ley).
Jesús responde que no es solo es que el Espíritu es quien hace el trabajo sino que tu no lo puedes ver al Espíritu obrando para efectuar este cambio en ti y, sin embargo, el cambio se produce. Compara la obra del Espíritu con el viento: no ves el viento, solo su efecto sobre otras cosas; no ves el Espíritu, pero ves los resultados: fe en Cristo, amor a los demás, rechazo y remordimiento por el pecado (es el signo más claro).
Vs. 9 – Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto?
Nicodemo pregunta: "¿Cómo puede el Espíritu hacer esto?" Quiere más detalles; no le es suficiente que el Espíritu haga esto, quiere saber cómo.
No volvemos a tener noticias de Nicodemo hasta mucho más tarde, pero por ahora vemos a Jesús dándole más respuestas, más ideas sobre el proceso de regeneración.
Vs. 10-11 – Jesús respondió y le dijo: Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? En verdad, en verdad te digo que hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimonio.
Jesús señala que no es la inteligencia lo que falta, es la fe. Jesús le dice que lo que Le está enseñando, lo hace a partir de su conocimiento y experiencia personal. No como los Judíos rabinos que debatían entre ellos sobre la fuerza de lo que otros rabinos escribieron acerca de la Ley. Sus milagros eran la prueba de que lo que decía era lo cierto.
El problema que arrostraba Nicodemo era que creía en los milagros pero tenía dificultades para creer en quien los hacía, Jesús. Jesús lleva a Nicodemo al centro de su problema, el no poder percibir la verdad, que empieza por su incredulidad acerca de Jesús. No hay comprensión de lo espiritual sin creer primero en Jesús.
Vs. 12-13 – Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
El Señor le explica la necesidad de la fe para comprender las cosas espirituales: Él dice: "Estoy explicando las cosas que realmente he visto y experimentado (porque las he visto en el cielo), y no me creen". Si no me creéis respecto de las cosas que se pueden explicar usando ejemplos terrenales (olas, etc.) ¿cómo vais a comprender cuando os hable de las cosas celestiales, que yo he visto, como cuerpos glorificados, ángeles, etc., para los cuales no hay equivalentes terrenales; cosas que requieren la fe para comprender, no la mera inteligencia humana?
Al decir esto, Jesús ofrece a Nicodemo una tercera pieza de información: que el poder del Espíritu para cambiar a una persona y salvarla se produce por la fe, no por la inteligencia, posición o poder. La salvación es posible porque hay un cambio, y el cambio es posible gracias a la fe.
En la última sección de este pasaje, Jesús revela el último punto sobre el cual todo el proceso de cambio, renacimiento y regeneración descansa: la única fe que moverá al Espíritu para cambiarnos es la fe en Jesucristo, el Salvador. Para ilustrar esto, Jesús utiliza una poderosa imagen del Antiguo Testamento.
Vs. 14-15 – Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en Él vida eterna.
Jesús hace un paralelismo entre este incidente que sucedió mientras los judíos vagaban por el desierto con Moisés y Su propia muerte en la cruz que sucedería en el futuro. Y muestra cómo la fe conecta ambos eventos.
En Números 21:9, la Biblia cuenta la historia de la gente rebelándose contra Moisés y Dios mientras estaban en el desierto, por lo que Dios envió serpientes venenosas entre ellos como castigo. Muchos estaban muriendo y por eso fueron a Moisés para solicitar ayuda. Oró a Dios, quien le dijo que hiciera una serpiente de bronce, la colocara en un poste/estandarte, y que quienquiera que mirara a la serpiente sería sanado. Todos los que así hicieron quedaron curados.
Ahora bien, el elemento clave que debía comprender Nicodemo era que no fue la serpiente la que salvó a la gente, o el hecho de mirarla, sino que los sanó la fe que mostraron al obedecer a Dios. La serpiente representaba una ofrenda por el pecado.
De la misma manera, la muerte de Cristo en la cruz (levantado) por sí misma no sana a los hombres de sus pecados; de lo contrario, todas las personas en el mundo tendrían sus pecados perdonados por este acto. Su ofrenda en pago por el pecado contemplada con fe por aquellos afectados por el pecado, mueve a Dios a perdonar a los hombres y a empoderarlos a través del Espíritu para cambiar, y así salvarlos. Jesús reúne todas estas ideas en el verso 16.
Vs. 16 – Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Resumen
Si fueras tú el que hubieras ido en lugar de Nicodemo, esto es lo que habrías aprendido:
Nadie va al cielo a menos que se produzca un cambio aquí, en la tierra, primero.
No podemos entrar en la presencia de Dios a menos que hayamos pasado de ser culpables a ser perdonados; de desobediente a tener la voluntad de cumplir; de condenado a ser aceptado como hijos; de espiritualmente muerto, a espiritualmente vivo y fructífero.
Si estos cambios no han ocurrido en tu vida, no tendrás entrada en el reino de los cielos.
El cambio se produce de una forma particular:
- Está impulsado por Dios. Él es el poder detrás del cambio, no nosotros.
- El cambio se fundamenta en la fe en Cristo, no en la inteligencia, la propia voluntad, el poder o posición. Si no crees, no hay cambio.
- El cambio ocurre en el bautismo. Al igual que el mirar a la serpiente era una expresión de fe ordenada por Dios, el bautismo es ahora esa perfecta expresión de fe que se traduce en nuestro perdón y recepción del Santo Espíritu. (Hechos 2:38)
Jesucristo está en el centro de este cambio. El Espíritu que nos cambia es enviado por Él - Mateo 3:11.
No es la fe en general la que salva o transforma; es la fe en Aquel que tiene el poder de regenerarnos. Él se halla en el centro de nuestra fe - Juan 14:6.
Cuando somos bautizados, estamos recreando Su muerte, entierro y resurrección. Estamos diciendo que creemos en Su muerte, entierro y resurrección viviendo una experiencia similar nosotros mismos en las aguas del bautismo. Es la expresión perfecta porque es una expresión de fe en Cristo, en particular.
Epílogo
La vida de Nicodemo cambió tras esa noche. Solo se ven algunos atisbos de él, pero los suficientes para observar la transformación de su fe:
En Juan 7:50 defiende a Jesús ante el Sanedrín, no como un discípulo, sino como un puntal de la Ley. Una defensa tímida pero un comienzo, en cualquier caso. Tras la muerte de Jesús, él y José de Arimatea entierran el cuerpo del Señor. De nuevo de noche, de nuevo un gesto tímido, pero esta vez contándose a sí mismo como un discípulo.
La tradición, no la Biblia, dice que finalmente fue expulsado del Sanedrín, bautizado por Pedro y Juan y, a su muerte, enterrado en una fosa común con otros cristianos.
Esperemos que Nicodemo haya experimentado el cambio que buscaba cuando acudió a Jesús esa noche oscura.
Esperemos también que nuestra fe nos esté cambiando, no nuestras circunstancias, no nuestra propia voluntad, mientras miramos a Jesús para el renacimiento y vida eterna.